sábado, 22 de marzo de 2014

¡¡¡ Aprovechá que es en cuotas!!!

Más rápido, más despacio,  más, más, más, más, más más más más…Así llegamos a poner el pié en el  mes que marca que estamos a mitad de año. En la vorágine de cubrir las expectativas de objetivos planteados y puestos en marcha pareciera que alcanzarlos nos cuesta como al conejo correr detrás de la zanahoria. A veces en cuotas. Por momentos pareciera que la corrida vale la pena cuando vemos que logramos darle forma. A veces es tan rápida la corrida que ni percibimos que parte de esas expectativas se han cubierto. Otras tantas veces ya las cambiamos. Aunque en el apuro pareciera que fue el contexto quien se encargó de cambiar nuestro objetivo y no nosotros. Pareciera que así como pedimos a Aladino conceda nuestros deseos como por arte de magia, alcanzarlos sólo depende de que se cumpla un milagro. Cuándo y de qué modo encontrar en el camino un descanso? Ese lugar que nos permite conectarnos con nosotros mismos para escuchar y percibir nuestras conversaciones privadas, observar a modo de película lo que hasta acá hicimos. Para luego darnos cuenta y permitirnos que si hay  partes del camino que no sea necesario hacerlo a las corridas, que esta en nosotros elegir y es bueno caminarlo. Dar el paso a paso. Hacerlo a conciencia y no de un modo automático. De este modo permitirnos contemplar el paisaje, disfrutar, conocer, aprender y así mirar el recorrido andado. Antes de decir  “falta”…, “si llegara”, “si se diera”, “si hubiese”, si…. sería otra cantar  mi vida… quizás la ganancia venga en cuotas, y por esperar el total, no valoramos que importancia tiene la cuota. Ahora bien, sí hacemos largas e interminable esperas y filas para adquirir de un modo inmediato nuestro objeto preferido pagado en cuotas. Me pregunto, ¿qué pasa cuando la cuota depende de otorgarla nosotros al objetivo planteado? Bien lo dice el dicho “no por mucho madrugar amanece más temprano”. Es cierto que si el gallo cantó temprano aprovechamos para hacer otras cosas mientras amanece, tiempo de ocio, reflexión, ordenar nuestro escritorio, limpiar los mails en nuestros correos, ordenar la biblioteca etc. etc. Aunque la luz va pegando en nuestras narices a las 7 AM,  vemos el reflejo de la luz del sol brillar en las hojas de alguna planta y nos lanzamos a decir, ahora sí arrancó el día. Cuando en verdad, parte de él lo ocupamos para hacer eso, que estuvo en tiempos extras, adicionales, en la yapa. Qué sería si la yapa la incorporo a mí día a día? ¿Quizás me permita disfrutar de las pequeñas cuotas adquiridas y no tomarlo como algo ocasional? ¿Cuál te gustaría que fuera tu yapa?

¿¿¡Tú eres el culpable!!??

Así como en el amor,  en nuestros trabajos la culpa también vive pululando sin vueltas y sin rodeos. Toma lugar en las escenas más inocentes y hasta en las más desopilantes, las cuales somos capaces de armar y desarmar en los vínculos que cobran vida cuando nos relacionamos en nuestros trabajos. Bastan de testigos las paredes que rodean esas conversaciones escurridizas y a modo de juez,  el pájaro loco que llevamos dentro nuestra cabeza. Además está de jurado algún interlocutor que, sorprendido por nuestra catarsis al escuchar la descripción de hechos y sus interpretaciones, no le queda otra opción más que asentir con su cabeza y decir un “Sí, será así”. Miradas que se cruzan y que  toman forma de dedo acusador, y tienen a éste como capitán de un veredicto. Sin palabra que medie, porque sólo esa mirada es la que se encarga de hacer saber que “El es el culpable “o de que “yo no fui”.
 
Ya lo dice la letra que suena con aplomo en la voz de Vicentico…Dejarte no fue fácil para que hoy vuelvas a mí con cara de inocente y esa voz de yo no fui. Mira que adentro mío hay un deseo de venganza de hacer pagar tus culpas y dejarte sin fianza. Pensar que ya no puedo ni adorarte como antes porque estoy ocupado en culparte…¿Quién quiere castigo? En mi barrio, como decimos habitualmente, utilizamos la palabra culpa o  culpable, sin detenernos a pensar el peso de ellas, y que por el sólo hecho de decirla nos pone en un lugar poco feliz. Nos embarga una sensación de malestar si somos “culpables”. De algún modo está en juego nuestra honestidad. La mirada del otro hacia nosotros se ve teñida por la “desconfianza” La palabra culpable se utiliza para definir a quien cometió un delito. Por ende, implica un castigo. En nuestros trabajos, al realizar tareas esperamos resultados pautados. En ocasiones, por diversos motivos, encontramos que los mismos no han sido los esperados. Es ahí cuando la respiración se acorta, nuestros ojos van y vienen pensando en qué momento se escuchará decir: “vos tuviste la culpa”. Ustedes  son los culpables de este resultado. Sentirnos culpables ¿nos hace buscar castigo?¿Es el trabajo el lugar indicado para utilizar la palabra “culpables”? Por evocar un ámbito .¿En quiénes nos convertimos para buscar al culpable? ¿En jueces? ¿A qué apelamos para determinar el castigo? ¿No más saludo afectuoso, no más asignación de proyectos? No más consideraciones, etc, etc. ¿Nos tomamos el tiempo para chequear los hechos? Corroborar paso a paso el proceso y dónde estuvo el error, ¿qué pasó? ¿Cómo ocurrió? ¿Qué fue necesario hacer y no se hizo?. O ¿vamos sumando conversaciones de pasillos para darle protagonismo al dedo acusador?¿Quién quiere declararse culpable? Para sólo esperar el castigo y muchas otras veces  buscar nosotros ese castigo. “Responsables” La palabra responsabilidad implica reflexionar, cambiar, crecer, aprender, comprometerse. Habilita hacer acciones diferentes para aportar y ampliar el horizonte de oportunidades. Poder ser parte de ese cambio nos da el lugar de protagonista en nuestros quehaceres. Se escucha más de una vez en los ámbitos laborales  “Hoy en día con la falta de compromiso que hay”. ¿Y si en  vez de culpables, nos responsabilizamos y cambiamos el papel del dedo acusador por el dedo indicador de nuevos horizontes? La responsabilidad nos permite cuidado y atención con nosotros, hacia nosotros y hacia nuestro prójimo. De este modo poner nuestro granito de arena en lo que hacemos es también una forma de ser. Asumir responsabilidad quizás permita construir compromisos y lazos para el futuro. Quizás implica preguntarnos y reflexionar y saber qué cambiar para ser parte.

Los Amigos no tienen por qué saber lo que nosotros damos por hecho...

Era 20 de Julio por aquél entonces, transcurría el año 1969: Neil A. Armstronge, Edwin E. Aldrin Jr.,  Buzz, y Michael Collins vivían una experiencia única, grandiosa y anhelada tanto por ellos como  por todo su país.Un hecho fascinante para los miles de espectadores que de pronto tuvieron algo en común. Un episodio que daría el puntapié para un nuevo comienzo en la historia de la humanidad, y en lo que respecta a nuevos horizontes. Las familias dejaron de lado sus entredichos acalorados y los amigos se reunieron para compartir algo nunca antes visto. El hombre llegaba a la Luna. Fue Neil quien dio el primer paso tocando suelo lunar para luego transformarlo en un evento internacional, que hizo que el mundo entero vivenciara el espectacular avance del hombre materializado en su la llegada ala Luna Fue el Doctor Enrique Ernesto Febbraro, oriundo de la ciudad de Lomas de Zamora, capital Provincial de la Amistad,  quien con su iniciativa  crea el día del Amigo. Lo logró luego de enviar 1000 cartas a 100 países de todo el mundo, tras observar y  ver alunizar el Apolo XI el 20 de Julio de 1969.Febbraro defineLos únicos consejos válidos son aquellos que ayudan a conservar y mejorar la amistad. En el deber humano de tener amigos, empezando uno mismo por ser amigo”. “Mi amigo es mi maestro, mi discípulo y mi condiscípulo. Él me enseña, yo le enseño. Ambos aprendemos y juntos vamos recorriendo el camino de la vida, creciendo. Sólo el que te ama te ayuda a crecer”. Otros eventos se han señalado a nivel nacional e internacional para oficializar y conmemorar el día internacional del Amigo. Aunque en Argentina esperamos al 20 de Julio para expresar a nuestros queridos Amigos un Feliz día y celebrar La Amistad, dada la importancia que tiene para el hombre compartir con sus semejantes. Hoy me pregunto ¿Con cuántos amigos hemos entendido el concepto de compartir? Si compartir “hace referencia al disfrute en común de un recurso o un espacio”: 1; Repartir, dividir, distribuir algo en partes. 2;  participar en algo.-Ese algo en este contexto hoy es la amistad. ¿Qué implica entonces participar en la amistad? Compartir; repartir; dividir. ¿Qué? Se me ocurren acciones tales como;  Escuchar, acompañar, aceptar, Dar , recibir, pedir, estar, cuidar, aportar, aprender, querer, respetar. Si reparto hago una entrega; alguien da, otro recibe. Qué sucede cuando ese alguien no dio? ¿Qué sucede cuando yo no di? Cuando espero que pregunten “¿cómo estoy? Sin haber preguntado a mi amigo  ¿cómo estas? Cuando estoy concentradísima en ver la falta del otro, sin pensar, sin “ponerme en los zapatos del otro”.¿Es el acuerdo de obviedad el que nos está impidiendo volver a declarar pedidos, hacer ofertas, reclamos, dar gracias, pedir perdón, hacer acciones diferentes? Decir te quiero, decir no sé, expresar; no puedo con tu pedido. ¡Hoy si puedo!“¡Con semejante situación que estoy viviendo, le dije que no me sentía bien, tendría que darse cuenta que tiene que darme una mano”!. “Sabe bien que quiero que este”, “Si no está, voy a saber con quien cuento y con quien no”. Estas y muchas otras frases hemos dicho y escuchado. Pero…. Realmente ¿sabe mi amigo que quiero que esté? ¿Quién es importante que me acompañe en este momento? ¿Quiero celebrar mi logro con mis amigos!?¿En qué lugar nos deja parados seguir acuerdos de obviedad que sólo los conoce nuestra mente? Expectativas que sólo nosotros sabemos y damos por sentado que nuestro amigo “tiene” que darse cuenta de cumplirlas y eso nos lleva a sentir sabores amargos, a pensar en ¿qué amigo tengo que ahora que lo necesito, no está? En ver que ese amigo que elegimos nos hizo brillar de emoción por haber estado para compartir lo bueno y lo malo. Hoy no está. Estar dolidos; no basta con el abrazo, sino que antes es necesario el perdón. Entonces pienso que no basta sólo con sentir, sino también con decir, expresar lo que queremos, lo que necesitamos, y jugar el juego de la flexibilidad para poder compartir la amistad. ¡Que nos enriquece la vida y nos alegra el corazón!¡Entonces bienvenida la “Paridad” en el compartir! Desde mi corazón; ¡Feliz día a mis amigos!

El juego del supuesto, ¿está chequeado?

“Un hombre, cuya hacha había desaparecido, sospechaba del hijo de su vecino.El muchacho caminaba como un ladrón, vestía como un ladrón y hablaba como un ladrón. Pero el hombre encontró su hacha mientras cavaba una fosa en el valle y la siguiente vez que vio al hijo de su vecino, el muchacho caminaba, vestía y hablaba como cualquier otro muchacho”. Lie Dsi.

Son infinitos los diálogos que brotan de nuestros pensamientos para armar historias, que de una interpretación y  prejuicios,  pasan a cobrar vida por el sólo hecho de a veces creer que “pensamos  en los demás”.Nos cansamos de hacer ademanes con nuestras manos y alzamos la  voz para aclamar “La verdad” porque con ésta, una vez dicha, los demás van a saber qué tienen que hacer. Muchas veces las inferencias que hacemos al observar una imagen, una situación, un diálogo, nos facilita tomar decisiones. Aunque me detuve a reflexionar muchas veces, con el lema; “pienso en los demás” obviamos dar el paso que nos pone en el peldaño de preguntarle al otro; éste otro nuestro amigo, hermano, padre, madre, hijos, compañeros, etc.Abrir el juego de indagar (preguntarle) qué es realmente eso que puede estar necesitando, sintiendo, pensando o experimentando a quien tenemos frente nuestro. Por qué tiene que hacerme caso en lo que digo; le pregunté ¿qué necesita? ¿Cómo sucedió? ¿Está chequeado? Si tomo la decisión de no llamar por el sólo hecho de pensar que “creo que está durmiendo”. Abrir el juego de plantear qué pienso yo, y qué tan cerca o lejos está mi pensamiento de lo que realmente está ocurriendo?¿Cuánto nos animamos a equivocarnos, será que esto nos deja en una situación de vulnerabilidad hacia el error, en función de nuestra inferencia? Cuántas veces dijimos, ya se lo que estás sintiendo, si a mí me pasó lo mismo. Que hayamos vivido la misma situación o parecida, lejos está de experimentarla del mismo modo de quien nos la está contando. Entonces ¿porqué la costumbre de generalizar las vivencias, sin darnos la oportunidad de conocer y escuchar de qué modo lo vive y experimenta el otro?¿Quizás cerrar estos diálogos nos hace creer que poseemos la verdad?; Es auto convencernos de un mundo que se hace pequeño y hasta imposible que en él entren más personas a explorarlo, porque sólo está lleno de nuestra única y pura verdad. El punto es ¿cuántas veces cuidar nuestra verdad al inferir nos deja en un mundo pequeño por descubrir y con pocos recorridos por hacer? Al Inferir, en muchas ocasiones, los supuestos facilitan el futuro, permiten ahorrar tiempo, palabras y continuar nuestro camino. En muchos otros, por el contrario, retrasan procesos, entorpecen la comunicación en las relaciones y hasta llegan a ser el elemento fundamental para dar por cerrado un tema. “El proceso de inferir es tan automático, que uno lo hace inconscientemente, convencido de que la inferencia realizada es la única manera razonable de interpretar el mensaje.  En esa seguridad de estar en lo cierto, a uno ni se le ocurre verificar con el otro su comprensión” Fredy Koffman .A partir de la observación y un sin fin de pensamientos, le siguen declaraciones que los ponen de manifiesto y que para materializarlos concluyen con acciones que modifican nuestro presente, por ende, el futuro. Inferir nos facilita tomar decisiones. A veces con resultados buenos y otros no tan buenos. Inferir entonces implica; observar, interpretar, emitir juicios sobre esto,  armar una conclusión y tomar decisiones.¡¡¡Si bien puede ser algo inconsciente, quizás es importante aprender a incorporar las preguntas y ver que esté chequeado!!

50% y 50% dan las cuentas, ¿y en las relaciones?

El lenguaje permite a las personas mantener conversaciones privadas -con nosotros mismos- y públicas, cuando conversamos con los demás. El desafío de cada uno de nosotros, en la medida que deseamos mejorar nuestros vínculos, estará en poder reflexionar y discernir el rol que ocupamos en cada situación y si podemos ser responsables del mismo. ¿Alguna vez en su vida se topó con alguien que le puso los puntos sobre las íes y le dijo por ejemplo: “es imposible trabajar de ese modo” o “Estoy harta de soportar que en las reuniones familiares siempre tenga que dar la nota y nadie haga nada”?. “No se qué hacer para evitar estas situaciones, me hace mal, Estoy atada de manos y pies”. Pero, ¿por quién me he dejado atar las manos? ¿Cómo fue que dejé que me ataran de pies? Quiero hacer foco en lo que sí es posible que pueda desatar, teniendo en cuenta los contextos, normas, reglas, las cuales en principio apelan al sentido común, bienestar general y respeto hacia el prójimo.“Estoy entre la espada y la pared”. ¿Quién es la espada? ¿Cómo se llama la pared? Más de una vez hemos expresado: “No quiero terminar la relación, por eso prefiero soportar el dolor de cabeza antes de terminar peleados por decir que no me banco las cosas que hace”.¡¡¡Ok, ok, ok…!!! Me cansé de escuchar siempre lo mismo y de ver situaciones de maltrato, de gritos y de gente callarse sin decir: “¡BASTA!”. Un BASTA para ellos, un BASTA para la otra persona. Pensé en qué es necesario que ocurra para que este tipo de situaciones de maltrato en los vínculos dejen de suceder. ¿De qué dependen? ¿De quién dependen? ¿Dependen de la espada? ¿Dependen de la pared? Un día comenzamos a hacer catarsis como niños abrumados, contando anécdota tras anécdota hasta quedarnos sin aire de la desesperación de contar con lujo y detalle de todas las diablurías que nos ha propiciado estas personas. Puede ser que con quien tengo semejantes problemas para mantener una conversación de respeto, para encontrar un punto que nos sea favorable a ambos, aún no la hayamos encontrado. Entonces sigo experimentando situaciones desagradables. De un modo muy cómodo podría contar lo mal que me han tratado, pobre de mí que he sufrido maltratos, tolero cientos y cientos de veces ceder el lugar. No es malo, ni es bueno, simplemente quizás no sea apropiado que la regla siempre sea así.
 
Ha llegado un momento y un lugar en el que he podido ver, reflexionar, sentir, que los demás podrán ser los más malos del condado, aunque eso no justifica que yo no sea responsable de hacer algo. Quizás haya llegado el momento en el que también tenga que hacer un párate y tomar conciencia que de algo soy responsable, quizás de comenzar a observar si lo que aprendí allá y entonces, hoy se ajusta al contexto. Será hora de cambiar y actualizar el chip. Que haya sucedido y lo haya permitido alguna vez no justifica que repita esos actos, que lejos están de sumar a mi vida. Lejos están de sumar a mis vínculos mas preciados. Si los viví, son para aprender. ¿Será cuestión quizás de barajar y volver a tirar? Si las relaciones son 50% y 50%, de ese 50 por ciento que me corresponde, soy responsable del 100% y es ahí cuando, por más que culpe o reproche a la persona con la que me vinculo, llegó la hora de preguntarme: ¿Y yo, de qué soy responsable? ¿De permitir? ¿De decir “sí”, de decir “no”? ¿De hacer, de no hacer? ¿De callar, de hablar?  Quizás sea el momento de cambiar; ya que la vida es un constante devenir. Los cambios muchas veces son posibles cuando elegimos confiar, perdonar, nos dejamos ayudar. Cuando hemos decidido aprender! v.amenabar

La forma del cambio

“El hombre existe en el tiempo. Está dentro. Está fuera. Hereda. Incorpora. Modifica. Porque no está preso en un tiempo reducido, en un hoy permanente que lo abruma. Emerge de él. Se moja en él. Se hace temporal” (…) “la integración resulta de la capacidad de ajustarse a la realidad más la de transformarla y que se una a la capacidad de optar cuya nota fundamental es la crítica. En la medida en que el hombre pierde la capacidad de optar y  se somete a prescripciones ajenas que lo minimizan, sus decisiones ya no son propias, porque resultan de mandatos extraños, ya no se integra. Se acomoda, se ajusta. La adaptación es un concepto pasivo, la integración es un concepto activo. En el primero el hombre no es capaz de alterar la realidad, sino que se altera a él mismo para poder adaptarse.” “Su integración lo arraiga”Paulo Freire.
Desde que el hombre convive con el mundo y en el mundo, en ese caminar ha dejado huellas por doquier. Esta destreza; dejar huellas, hacer camino, pura y sencillamente vivir, nos es propia. Por la riqueza de la biología de pensar, reflexionar, discernir. Este existir en el tiempo es el que se encarga de reflejar las infinitas obras. Para bien o para mal podemos ser protagonistas de hacer, de contemplar para modificar, transformar nuestro camino y pertenecer. De modo que éste mundo lo terminamos haciendo, nuestro mundo.
A lo largo de la vida he podido contabilizar veintidós mudanzas. ¿Qué he adquirido destreza? Podría ser que sí, la fui desarrollando por el sólo hecho de supervivencia al principio, luego de seguir el camino. Aunque en algunas doy fe que han sido por propia elección.
Es el cambio, son los cambios, las antinomias que confluyeron en un camión cargado de experiencias. Lecturas que viajaban de un domicilio a otro.
Expectantes por reposar. Quien pudiera, si quiera en cada embalaje llevar cada día vivido. Eso sí, desarrollé la habilidad de desprenderme de las cosas, no por ello, desprenderme de mi recuerdo. También sufrí el volver a encontrarlas, para que mis cosas vuelvan a ser mis cosas en el nuevo lugar y se ajusten  lo más cercano a mí y lo más apropiado al lugar. Hubo techos con mucha luz, ventanas con pocos vidrios, jardines sin sembrar, balcones llenos de tiempos para descansar, casas por habitar.
Largas veredas recorridas y alturas de calles para ir a ese lugar, que al abrir la puerta del hogar, sabemos que está.
En el transcurso del tiempo que estaba  memorizando el recorrido de mi casa, encontrar el significado de cada espacio, me pregunté si tantos cambios habían desaparecido, que nada de ellos había quedado para hacerme compañía y poder encontrar mi lugar.
¿Se necesita tiempo para adaptarse a un lugar? ¿Es cuestión de tiempo o adaptación? ¿Qué es necesario? Y encontré en aquellos momentos, lectura que esperaba para ser  mirada, pensada, que tímidamente enlacé con mi necesidad, y en la acción de buscar y poder transformar mi realidad descubrí una nueva forma de experimentar los cambios. También un nuevo modo de vivir el cambio. Integrándome, siendo parte, siendo protagonista, eligiendo, equivocando, modificando mi vivir.
He entendido que el cambio no se vive sólo por el hecho de encontrar un “qué cambiar” sino “cómo” generar el cambio. Y eso, nos da libertad, poder estar atentos, ir, llegar, salir y transformar nuestro mundo, que arraigue nuestro vivir.  
V.Amenabar

viernes, 11 de mayo de 2012

¿Qué escuchás cuando te hablo?

Teléfono mediante, con una amiga quedamos en encontrarnos en una conocida cadena de confiterías de la capital para concluir con una exposición que teníamos asignada, a la que habíamos acordado llamar “ La escucha”. Definimos día, hora, lugar y hasta hora de comienzo y final porque al ser un sábado teníamos otros planes en nuestras agendas de fin de semana. Por aquel entonces, unas cinco cuadras nos declaraban “vecinas” de barrio.
Llegó el día y a la hora señalada, allí me encontraba. Al entrar, observé cada mesa ocupada por múltiples grupos de personas. Algunas parecían muy concentradas en sus conversaciones, otras caras manifestaban alegría, entusiasmo, compenetración, preocupación….
Comencé a buscar a mi amiga con la mirada, en un recorrido algo apurado. En pocos segundos me dí cuenta que no estaba allí. Miré el reloj y luego a cada mesa nuevamente, con mayor detalle a cada persona. No estaba allí. Me tomé un segundo para recordar nuestro acuerdo y traje a mi mente aquella conversación telefónica en la que efectivamente quedamos en encontrarnos allí ese día, a esa hora y en ese lugar.
Automáticamente tomé mi teléfono móvil y al llamarla, escucho que dice; estoy arriba, en dicha confitería. Entonces subí con el teléfono abierto para no perder más tiempo, y chequear en vivo y en directo sus indicaciones para encontrarla y por fin hacer nuestro trabajo. Mi respuesta seguía siendo negativa, no la veía y seguíamos sin encontrarnos. Sonaba gracioso sus descripciones para encontrarla, aunque sin éxito. Ya estábamos quince minutos avanzados de la hora de inicio acordada. De pronto preguntó:
-¿en qué sucursal estás?
- En Avenida Lacroze, contesté con naturalidad (a tres cuadras del radio de nuestra vecindad), a lo que ella muy sorprendida respondió:
- Estoy en la sucursal de Maure, en el primer piso.
- Ok!
Hacía allí me dirigí tomando nota de la dirección exacta.
Habían transcurrido treinta minutos del horario acordado para terminar con nuestro trabajo y  aún sin comenzar.
Por fin nos encontramos y nos preguntamos ¿qué pasó? ¿Cómo es posible haber tenido semejante desencuentro para juntarnos a armar una presentación que desarrolle los elementos que componen “La Escucha”?

¿Qué es Escuchar? ¿Escuchar es un arte? ¿De qué depende que lo que diga sea interpretado por mi interlocutor tal cual es lo que quiero decir?
Biológicamente todos contamos con dos oídos que, en algunos más, en otro menos, nos permiten registrar sonidos. No es lo mismo oír que escuchar.

Para escuchar es necesario establecer una conversación. Aunque cuántas veces esta conversación sucede en mayor medida con nosotros mismos mientras que nuestro interlocutor emite palabras, frases, expresiones, declaraciones, afirmaciones, pedidos, ofertas, reclamos, críticas, juicios, etc.  Podríamos llamar a esta conversación que mantenemos con nosotros mismos nuestra “conversación privada”. Nuestro “pájaro loco”, “disco rallado”, “Mono loco”.
Al generar una conversación con la otra persona podemos decir que estamos frente a “conversaciones públicas”, que en definitiva es lo que elegimos decir de todas nuestras conversaciones privadas.

Entonces, cuando escuchamos, ¿qué escuchamos? ¿Cómo lo hacemos? La experiencia del desencuentro con mi amiga fue que al escuchar, supuse. Me guíe por la interpretación de mi contexto. El entusiasmo de su tono de voz confirmaba lo que estaba pensando (acuerdos de obviedad).

Hay otros condimentos que se suman al arte de escuchar, que no es solo oír sonidos, sino de recibir lo que se trasmite con todos los sentidos. El arte de escuchar es percibir (el contexto, lo que observo de mi interlocutor; su cuerpo, sus gestos, sus tonos de voz, etc.), más interpretar (según mi historia, el significado que asigno a las palabras). El arte de la Escucha es verificar lo que percibimos, por más simple y a veces obvio que parezca, es indagar, preguntar, chequear, y compartir nuestras interpretaciones de lo escuchado. Es lo que nos permite achicar las distancias que se generan en las conversaciones públicas entre lo que se dice y lo que se escucha.

Un ejemplo de estos acuerdos de obviedad se puede dar cuando escuchamos a nuestra madre/esposa/marido decir:
-no hay nada en la heladera.
Y en su conversación privada decir,
-“hay que comprar lácteos, carnes y frutas”.
Acto seguido, al no tener respuesta, decir:
-en que hablo, ¿en chino? ¿Escuchan que dije no hay nada en la heladera?!!!!!!

Cuántas veces en situaciones tan cotidianas por no ejercitar la Escucha generamos malos entendidos, perdiendo tiempo, recursos, cambios de emociones, por un supuesto acuerdo de obviedad sin haber chequeado antes de cerrar esa conversación que lo que dije ha sido interpretado de igual modo para el otro.

Vanesa Amenabar